Transcripción.
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¿POR QUÉ PECAMOS? JOHN PIPER.
¿Por qué pecas? ¿Cuál es la dinámica que mata el pecado y produce el amor? Se pregunta, ¿por qué peco?
Te diré por qué pecas. Porque el pecado te hace promesas y las crees. El pecado te promete. Hace promesas a tus hijos, a tus clientes. El pecado les hace promesas. “Lo que tengo que ofrecer” (estoy hablando como si fuese el pecado): Lo que el pecado tiene que ofrecer, es mejor, más satisfactorio, más disfrutable, más esperanzador que Cristo.
Los deleites temporales (así son llamados en Hebreos 11:25), los deleites temporales del pecado. El mismo pecado promete que serán mejores, más largos, más profundos, más dulces, más satisfactorios y según el grado en que somos engañados por esas promesas, pecamos. Nadie peca porque sea su deber, ¿verdad?. Nadie se levanta por la mañana y dice: “Tengo una obligación, he de pecar un poco hoy”. No, nadie peca por deber. Pecamos buscando el placer. Y la única razón por la que elegimos actuar de esa forma pecaminosa, es porque el diablo y nuestra propia naturaleza tienen promesas que, de hecho, ¡producen placer!, produce satisfacción, fama, sea cual sea tu ídolo, tiene éxito.
La única forma en que el poder del pecado puede quebrantarse, es por la presencia y la promesa de un placer superior. Si, ya sé que existe un camino hacia la santidad por medio de la fuerza de voluntad, pero según el grado en que tenga éxito, fracasa. Porque por cada pecado que vences por la fuerza de voluntad, entran siete demonios de considerarte justo a ti mismo, y toman su lugar. Vencer el pecado por la fuerza de voluntad no es vencer el pecado, es exaltarse a uno mismo.
Existe una manera de vencer las promesas de deleites del pecado, y es con el poder de un deleite superior y su nombre es Jesús, y la forma en la que se experimenta se llama Fe Salvadora. En eso consiste la fe, en un recibimiento de Jesús como un tesoro que todo lo satisface. Y es la razón por la que, históricamente, nos ha costado tanto esfuerzo encajar como, por un lado, estar bien con Dios, y de alguna forma diferente ver de qué manera acabar con el pecado, y tener amor por otro lado, cuando, de hecho el hedonismo cristiano muestra, a través de su lente que la naturaleza de la fe salvadora hace que el estar satisfecho en Jesús, sea el poder que hace que el pecado pierda su fuerza de atracción.
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“Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu Palabra” (Salmos 119:67).
Este versículo muestra que Dios envía aflicciones para ayudarnos a aprender su Palabra. ¿Cómo funciona?; ¿Cómo nos ayuda la aflicción a aprender y obedecer la Palabra de Dios? Hay innumerables respuestas, ya que hay innumerables experiencias de esta gran misericordia. Pero aquí hay cinco:
1. La aflicción suprime el engaño de la vida y nos hace más serios, de forma que nuestra mentalidad esté más en sintonía con la seriedad de la Palabra de Dios. Y marca esto: no hay una sola página simplista en el libro de Dios.
2. La aflicción nos quita los apoyos mundanos y nos fuerza a confiar más en Dios, lo cual nos pone más en sintonía con el objetivo de la Palabra. El objetivo de la Palabra es que esperemos en Dios y confiemos en Él. “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”. (Romanos 15:4); “Estas cosas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios”. (Juan 20:31)
3. La aflicción nos hace buscar las Escrituras con mayor desesperación en busca de ayuda, en lugar de tratarlas como algo marginal en nuestra vida. “Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”. (Jeremías 29:13)
4. La aflicción nos hace compañeros en los sufrimientos de Cristo, de forma que tengamos mayor comunión con Él y veamos el mundo más fácilmente a través de sus ojos. El gran anhelo del corazón de Pablo era “conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en su muerte”. (Filipenses 3:10)
5. La aflicción mortifica los deseos carnales, que nos engañan y distraen, y nos ponen en un marco más espiritual que encaja mejor con la Palabra de Dios. “Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado”. (1 Pedro 4:1).
El sufrimiento tiene un gran efecto de matar el pecado. Y cuanto más puros somos, más claramente vemos a Dios. (Mateo 5:8)
Que el Espíritu Santo nos dé gracia para no renegar de la forma de enseñar de Dios a través del dolor.
17. Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.
18. Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;
19. y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano.
20. Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.
21. Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.
22. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
23. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
24. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
25. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
26. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
27. Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
28. Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.
29. Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.
30. Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.
31. Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.
32. María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.
33. Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió,
34. y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.
35. Jesús lloró.
36. Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.
37. Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?
38. Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima.
39. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.
40. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?
41. Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído.
42. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
43. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: !!Lázaro, ven fuera!
44. Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.